Todos necesitamos una abuela
Pocos días atrás conversando con una amiga sobre su inminente viaje al extranjero para visitar a sus familiares cercanos que dejó al otro lado del charco hace más de 7 años me di cuenta de lo mucho que puede influir el estar lejos de las personas queridas, especialmente de los abuelos y abuelas. Ello me llevó a meditar en lo usual que es que no valoremos algo hasta que lo perdemos. Además me percaté de cuanto ha cambiado el mundo en un par de generaciones.
Mis abuelos paternos
Mi abuelo paterno murió de cáncer de pulmón en 1983 cuando yo apenas contaba con 3 años de edad. Mis recuerdos de él se limitan a las escasas fotografías que conservamos.
Mi abuela paterna vive todavía y posee una salud envidiable descontando algunos problemas de huesos. Como inmigrantes almerienses llegaron a Catalunya con escasas pertenencias en la decada de los 60 cuando esta tierra de acogida se hallaba en plena revolución textil. Aquí encontraron las posibilidades de subsistencia que allí no hallaban. Toda una vida dura dedicada al trabajo para sobrevivir primero a la posguerra y luego a 40 años de dictadura. Aprendió a leer y escribir con cierta edad y motivada por sus ganas de hablar de sus creencias al resto de personas. Entre sus particularidades está el hecho de que siempre tiene dichos, refranes o chascarrillos para todo y que los rescata de su memoria en el momento adecuado gracias a la diligencia de su padre en enseñárselos. Esos dichos de los cuales mi padre recuerda una ínfima parte y yo aún menos son un vivo ejemplo de cultura transmitida entre generaciones que acabará por perderse. Es una mujer feliz y alegre que siempre tiene una canción preparada para tararear y que pese a quedarse viuda joven supo rehacer su vida y enfocarla de una manera adecuada. Eso sí, no se le caerá la casa encima pues rara vez está en ella. En ocasiones, bromeando, le decimos que queremos una audiencia o que nos de cita para algún día y así ahorrarnos viajes en balde. Ella es mi abuela con la que hablar de cosas profundas, con ella puedo destapar mi tarro de las esencias y contarle lo que me preocupa. Es la abuela consejera, la abuela práctica, la abuela que para todo tiene una solución: su solución. Pesé a gozar siempre de una salud de hierro últimamente anda un poco pocha y es que los años y el castigo que ellos traen no pasan en vano. Por ello y aprovechando que actualmente estamos muy unidos …. es el momento de estar cerca suyo, de que note la presencia de su nieto, de que le devuelva tanto cariño mostrado, tantos caramelos regalados con los años, tantos regalos inesperados, tantas horas dedicadas a mi cuidado y al de mi familia, tantas comidas preferidas preparadas con tan buen hacer … es el momento, más que nunca, de mostrarle cuanto la quiero.
Mis abuelos maternos
Mi abuelo materno falleció en 1992 tras una larga vida de enfermedad. Me acuerdo perfectamente como me abracé a la almohada para apaciguar el llanto la noche de agosto en que recibí la noticia de su muerte. Una vida de sufrimiento por una enfermedad, y sus posteriores complicaciones, contraída al beber agua en mal estado durante el servicio militar. Una vida confinado en casa, sin fuerzas mayores para hacer grandes viajes. Puedo verme sentado en su falda y con el volante de un Seat 1430 verde matrícula (B-AB) entre mis manos ,cuando yo apenas tendría 7 años, preparandonos para dar una vuelta a la manzana o aparcar el coche en el parking. ¡Cuanto valor tienen esos recuerdos que permanecen indelebles en la memoria pese al paso del tiempo! Sólo recordarlos me pone la piel de gallina y pone a trabajar mis lagrimales. Recuerdo también nuestras charlas sobre futbol pues ambos éramos apasionados del F.C. Barcelona. Al fallecer él, me dediqué durante años a coleccionar recuerdos de los títulos o partidos importantes con la esperanza de dejárselos ver algún día. Aún hoy conservo esa carpeta llena de recortes de periódico, pegatinas, coleccionables, etc. A veces tengo la sensación de que habríamos compartido tantas cosas si no hubiera muerto. Cuando uno tiene 12 años tiene poca vida tras de sí y por lo tanto poco de qué hablar y pocas ideas de cómo hacer cosas por los demás. Ahora que las ganas y la presteza estan presentes, falta él. Se fue una gran persona, y se fue la única persona en la vida de mi abuela.
Mi abuela materna y su familia son inmigrantes murcianos que vinieron en busca de una vida mejor, huyendo del hambre y del trabajo mal pagado en el campo. Siempre recuerdo y le hago recordar las innumerables veces que ha mencionado como tenían que comerse las cáscaras de plátano y naranja tras la guerra. Consiguieron salir adelante, pese a sufrir reveses como la pérdida de familiares en las famosas riadas de 1962 y la marginación de una Catalunya de aquel entonces poco acostumbrada a las migraciones en masa. Se conocieron y se casaron pese a que una parte de la familia de mi abuelo no estaba de acuerdo en que se casara con una “castellana”. Es curioso ahora, tantos años después, mi abuela murciana habla exclusivamente y por voluntad propia catalán o su propia mezcla de catalán y castellano. Sin tiempo para ir a la escuela cuando era su momento aprendió a leer de mayor gracias a la insistencia y perseverancia de mi abuelo. Cuando supe esto me pareció un acto de amor enorme: sacar a tu pareja del analfabetismo es abrirle las puertas a un mundo diferente. Fuerte de salud y de ánimo se las ha ingeniado para sacar adelante a tres hijos y un marido enfermo. Hace unos 10 años, decidimos llevarnosla de viaje a Galicia para nuestras vacaciones de verano y me sorprendió saber que mi abuela jamás había salido de vacaciones a ningún sitio ni cerca ni lejos. ¡Es increíble pensar que yo he recorrido media Europa y ella ni tan sólo ha tenido la posibilidad de aprender a situar los países en el mapa, ni mucho menos viajar a ellos!
Me pregunté: ¿Cómo se puede vivir así? Tan limitado. Tan dedicado a lo que te rodea. Tu casa, tu familia, tu barrio … o como mucho tu ciudad. Y lo que es mejor aún: ¿Cómo se puede vivir así y ser feliz? ¿Qué me llevaré yo de este mundo que ella no se lleve? ¿Más conocimiento? ¿Más viajes? ¿Más ambiciones cumplidas? … ¿Quién habrá sido más feliz?
Ahora últimamente que su salud mental está empeorando es cuando más cuenta se da uno que lo único que importa en esta vida para con los demás no es cuanto sepas, ni cuanto tengas, sino cuanto hayas dado a otros, cuanto te hayas ofrecido para ayudar, cuanto te aprecien los demás y qué clase de nombre tengas para con ellos. Cómo dijo el bíblico rey Salomón en el libro de Eclesiastés 7:1: “Mejor es un nombre que el buen aceite, y el día de la muerte que el día en que uno nace”.
Eso es lo que yo he podido observar en mi abuela, quizá porque he convivido con ella en años en los que he estado sumido en reflexiones profundas sobre el devenir de la vida. Actualmente hay momentos en los que repite las mismas cosas cada pocos minutos, síntoma quizá de una afectación por Alzheimer aun por diagnosticar. En ocasiones uno se enfadaría pensando en que ya basta de tanta repetición. Me paro un segundo y pienso en que ella sería la primera interesada en estar bien, que lo hace inconsciente e involuntariamente, que peor es su pena de ver como deja de ser la mujer que era …y que estos son los momentos que tengo para disfrutarla mientras su estado no empeore demasiado. Es el momento de estar cerca suyo, de que note la presencia de su nieto, de que le devuelva tanto cariño mostrado, tantos caramelos regalados con los años, tantos regalos inesperados, tantas horas dedicadas a mi cuidado y al de mi familia, tantas comidas preferidas preparadas con tan buen hacer … es el momento, más que nunca, de mostrarle cuanto la quiero.
Mi amiga y el calor con el que ella hablaba de su abuela, distante en el tiempo y lejana en la distancia, me motivaron a mi a escribir sobre las mías y a procurar tenerlas más presentes mientras todavía gozo de su presencia. Quizá este sencillo escrito logre que otras personas hagan lo mismo …. De ahí mis ganas de compartirlo.
Dedicado a ti
Mis abuelos paternos
Mi abuelo paterno murió de cáncer de pulmón en 1983 cuando yo apenas contaba con 3 años de edad. Mis recuerdos de él se limitan a las escasas fotografías que conservamos.
Mi abuela paterna vive todavía y posee una salud envidiable descontando algunos problemas de huesos. Como inmigrantes almerienses llegaron a Catalunya con escasas pertenencias en la decada de los 60 cuando esta tierra de acogida se hallaba en plena revolución textil. Aquí encontraron las posibilidades de subsistencia que allí no hallaban. Toda una vida dura dedicada al trabajo para sobrevivir primero a la posguerra y luego a 40 años de dictadura. Aprendió a leer y escribir con cierta edad y motivada por sus ganas de hablar de sus creencias al resto de personas. Entre sus particularidades está el hecho de que siempre tiene dichos, refranes o chascarrillos para todo y que los rescata de su memoria en el momento adecuado gracias a la diligencia de su padre en enseñárselos. Esos dichos de los cuales mi padre recuerda una ínfima parte y yo aún menos son un vivo ejemplo de cultura transmitida entre generaciones que acabará por perderse. Es una mujer feliz y alegre que siempre tiene una canción preparada para tararear y que pese a quedarse viuda joven supo rehacer su vida y enfocarla de una manera adecuada. Eso sí, no se le caerá la casa encima pues rara vez está en ella. En ocasiones, bromeando, le decimos que queremos una audiencia o que nos de cita para algún día y así ahorrarnos viajes en balde. Ella es mi abuela con la que hablar de cosas profundas, con ella puedo destapar mi tarro de las esencias y contarle lo que me preocupa. Es la abuela consejera, la abuela práctica, la abuela que para todo tiene una solución: su solución. Pesé a gozar siempre de una salud de hierro últimamente anda un poco pocha y es que los años y el castigo que ellos traen no pasan en vano. Por ello y aprovechando que actualmente estamos muy unidos …. es el momento de estar cerca suyo, de que note la presencia de su nieto, de que le devuelva tanto cariño mostrado, tantos caramelos regalados con los años, tantos regalos inesperados, tantas horas dedicadas a mi cuidado y al de mi familia, tantas comidas preferidas preparadas con tan buen hacer … es el momento, más que nunca, de mostrarle cuanto la quiero.
Mis abuelos maternos
Mi abuelo materno falleció en 1992 tras una larga vida de enfermedad. Me acuerdo perfectamente como me abracé a la almohada para apaciguar el llanto la noche de agosto en que recibí la noticia de su muerte. Una vida de sufrimiento por una enfermedad, y sus posteriores complicaciones, contraída al beber agua en mal estado durante el servicio militar. Una vida confinado en casa, sin fuerzas mayores para hacer grandes viajes. Puedo verme sentado en su falda y con el volante de un Seat 1430 verde matrícula (B-AB) entre mis manos ,cuando yo apenas tendría 7 años, preparandonos para dar una vuelta a la manzana o aparcar el coche en el parking. ¡Cuanto valor tienen esos recuerdos que permanecen indelebles en la memoria pese al paso del tiempo! Sólo recordarlos me pone la piel de gallina y pone a trabajar mis lagrimales. Recuerdo también nuestras charlas sobre futbol pues ambos éramos apasionados del F.C. Barcelona. Al fallecer él, me dediqué durante años a coleccionar recuerdos de los títulos o partidos importantes con la esperanza de dejárselos ver algún día. Aún hoy conservo esa carpeta llena de recortes de periódico, pegatinas, coleccionables, etc. A veces tengo la sensación de que habríamos compartido tantas cosas si no hubiera muerto. Cuando uno tiene 12 años tiene poca vida tras de sí y por lo tanto poco de qué hablar y pocas ideas de cómo hacer cosas por los demás. Ahora que las ganas y la presteza estan presentes, falta él. Se fue una gran persona, y se fue la única persona en la vida de mi abuela.
Mi abuela materna y su familia son inmigrantes murcianos que vinieron en busca de una vida mejor, huyendo del hambre y del trabajo mal pagado en el campo. Siempre recuerdo y le hago recordar las innumerables veces que ha mencionado como tenían que comerse las cáscaras de plátano y naranja tras la guerra. Consiguieron salir adelante, pese a sufrir reveses como la pérdida de familiares en las famosas riadas de 1962 y la marginación de una Catalunya de aquel entonces poco acostumbrada a las migraciones en masa. Se conocieron y se casaron pese a que una parte de la familia de mi abuelo no estaba de acuerdo en que se casara con una “castellana”. Es curioso ahora, tantos años después, mi abuela murciana habla exclusivamente y por voluntad propia catalán o su propia mezcla de catalán y castellano. Sin tiempo para ir a la escuela cuando era su momento aprendió a leer de mayor gracias a la insistencia y perseverancia de mi abuelo. Cuando supe esto me pareció un acto de amor enorme: sacar a tu pareja del analfabetismo es abrirle las puertas a un mundo diferente. Fuerte de salud y de ánimo se las ha ingeniado para sacar adelante a tres hijos y un marido enfermo. Hace unos 10 años, decidimos llevarnosla de viaje a Galicia para nuestras vacaciones de verano y me sorprendió saber que mi abuela jamás había salido de vacaciones a ningún sitio ni cerca ni lejos. ¡Es increíble pensar que yo he recorrido media Europa y ella ni tan sólo ha tenido la posibilidad de aprender a situar los países en el mapa, ni mucho menos viajar a ellos!
Me pregunté: ¿Cómo se puede vivir así? Tan limitado. Tan dedicado a lo que te rodea. Tu casa, tu familia, tu barrio … o como mucho tu ciudad. Y lo que es mejor aún: ¿Cómo se puede vivir así y ser feliz? ¿Qué me llevaré yo de este mundo que ella no se lleve? ¿Más conocimiento? ¿Más viajes? ¿Más ambiciones cumplidas? … ¿Quién habrá sido más feliz?
Ahora últimamente que su salud mental está empeorando es cuando más cuenta se da uno que lo único que importa en esta vida para con los demás no es cuanto sepas, ni cuanto tengas, sino cuanto hayas dado a otros, cuanto te hayas ofrecido para ayudar, cuanto te aprecien los demás y qué clase de nombre tengas para con ellos. Cómo dijo el bíblico rey Salomón en el libro de Eclesiastés 7:1: “Mejor es un nombre que el buen aceite, y el día de la muerte que el día en que uno nace”.
Eso es lo que yo he podido observar en mi abuela, quizá porque he convivido con ella en años en los que he estado sumido en reflexiones profundas sobre el devenir de la vida. Actualmente hay momentos en los que repite las mismas cosas cada pocos minutos, síntoma quizá de una afectación por Alzheimer aun por diagnosticar. En ocasiones uno se enfadaría pensando en que ya basta de tanta repetición. Me paro un segundo y pienso en que ella sería la primera interesada en estar bien, que lo hace inconsciente e involuntariamente, que peor es su pena de ver como deja de ser la mujer que era …y que estos son los momentos que tengo para disfrutarla mientras su estado no empeore demasiado. Es el momento de estar cerca suyo, de que note la presencia de su nieto, de que le devuelva tanto cariño mostrado, tantos caramelos regalados con los años, tantos regalos inesperados, tantas horas dedicadas a mi cuidado y al de mi familia, tantas comidas preferidas preparadas con tan buen hacer … es el momento, más que nunca, de mostrarle cuanto la quiero.
Mi amiga y el calor con el que ella hablaba de su abuela, distante en el tiempo y lejana en la distancia, me motivaron a mi a escribir sobre las mías y a procurar tenerlas más presentes mientras todavía gozo de su presencia. Quizá este sencillo escrito logre que otras personas hagan lo mismo …. De ahí mis ganas de compartirlo.
Dedicado a ti
4 comentarios
la andaluza onubense -
Tb tuve la suerte d conocer a cada uno d sus padres (mis 8 bisabuelos, menos 1q murio antes d yo nacer). todo un lujo e?
Sigue cuidandolas Isra, pq "ellas lo valen"
Maria -
María -
jared marquez valverde -
Un saludo