Sobre la eutanasia
Ayer escuché en un espacio llamado “La ruta del salmó” dentro mi programa radiofónico habitual del cual ya he hablado otras veces en este blog una historia sobrecogedora que me hizo reflexionar otra vez sobre la muerte.
Habían compartido sus vidas durante 7 años cuando repentinamente un día ella tuvo un fallo en el corazón. Consiguieron reanimarlo y que volviera a latir sin embargo ese fallo se repitió unas cuantas veces más en los siguientes días y acabó por provocarle daños en el cerebro irreversibles. Ella lleva dos años y medio en coma, no necesita ayuda de ningún tipo para respirar, simplemente su cerebro no existe ni volverá a hacerlo. Él sigue yéndola a visitar periódicamente pese a haber rehecho su vida, sin embargo, le es imposible cerrar definitivamente esa etapa. Ella jamás escribió un testamento ni un documento de voluntades anticipadas lo cual complica más aun la situación. Él se ha planteado la eutanasia (aunque en España no es legal) pero entiende que los padres y familiares de ella no lleguen ni a plantearsela y él mismo es incapaz de proponérselo.
La historia es realmente trágica. Si quereis escucharla en catalán es la correspondiente al 9 de enero.
A mi me ha llevado a meditar sobre la eutanasia. Es curioso la etimología de esta palabra. Procede del griego “eu - tanatos” y significa buena muerte. Sólo es aplicable a cuando la otra persona ha expresado claramente su voluntad de dejar de vivir bajo ciertas situaciones adversas. A diferencia de eso existe el llamado “homicidio por compasión” que es cuando alguien deja morir a una persona que no puede decidir ni ha decidido previamente qué hacer con su vida si se presentara tal situación.
A los seres humanos lo que nos diferencia claramente de las plantas es nuestra capacidad de pensar, tomar decisiones, movernos por el mundo, sentir y demostrar a otros lo que sentimos. Si nos quitan eso no somos más valiosos que cualquier árbol excepto por los sentimientos que otros puedan tener hacia nosotros. Si un día soy incapaz de poder hacer todas esas cosas ya no estoy viviendo ¿de qué me sirve entonces existir? ¿de qué sirve ser una carga a otros? ¿de qué sirve tener a otros sufriendo por ti? Si llegara el día, esperemos que no, en que me hallara en esa situación y hubiera la legislación adecuada espero que la gente recuerde que abogo por la eutanasia tras un tiempo prudencial y haber comprobado que mi estado es irreversible. A mí no me afectaría en nada pues ya haría tiempo que dejé de vivir. A mis amigos y familiares les serviría para poder dar por finalizado un periodo de duelo y rehacer su vida. De las personas nos quedan los recuerdos que nos dejan cuando mueren. Si han sido personas normales de las que calificaríamos como “buenas” nos quedan buenos recuerdos. De lo contrario nos quedan malos. Preferiría que me recordaran por lo que fui y la huella que dejé que no por el estado deplorable en el que me hubiese encontrado durante tiempo.
En cuanto al tema legislativo es cuanto menos curioso que se tarde tanto en dar una solución adecuada. Solo países como Holanda y Bélgica (cómo no) se han atrevido a abordar el tema de manera progresista. Se me ocurre una paradoja interesante: alguien que quiera suicidarse y se tire al tren pero falle en el intento y quede en coma irreversible y permanentemente conectado a máquinas que hagan sus funciones vitales. El deseando morir, los médicos salvándole la vida en contra de su voluntad.
Cómo escribiera Milan Kundera en su obra “La Inmortalidad”: ”Siento luego existo” es una verdad de validez mucho más general que “Pienso luego existo” y se refiere a todo aquello que vive. En este caso me hago eco de sus palabras y las tomo como mías propias.
Israel @ BCN 10-01-2007
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