Tokyo blues (Norwegian Wood) - Haruki Murakami
Habiendo oído buenas críticas de este libro Tokyo Blues (Norwegian Wood en el inglés original) en el programa de radio matinal que suelo escuchar me lo compré y lo leí en un fin de semana de estos largos que abundan en diciembre.
El libro trata la historia de Toru Watanabe y las memorias de su juventud. Sus días de universidad en Tokyo en los años 60. Su relación con su amigo Kizuki y la novia de este Naoko y la posterior relación sentimental entre ambos con el condicionante de la enfermedad mental de Naoko. Además en la universidad conoce a Midori ... una chica muy resuelta y bastante alocada por la que empieza a sentir algo.
La verdad es que se hace fácil de leer y para los amantes de Japón, su cultura y costumbres está muy bien. Contiene, para mi gusto, demasiados pasajes de contenido sexual que quizá no resulten extraños en la cultura japonesa al no proceder de una raíz cristiana pero yo particularmente los he visto bastante fuera de lugar.
Hay un par de porciones del libro que me han dejado pensando. En una de ellas el protagonista dice: "Soy de ese tipo de personas que no acaba de comprender las cosas hasta que no las pone por escrito". Me he visto totalmente reflejado. A veces no hay nada como unas buenas palabras escritas para expresarse con precisión o para entenderse mejor. La otra porción es un diálogo entre Naoko, confinada en un sanatorio mental y el protagonista:
- TW: Tal vez deberíamos exteriorizar más nuestras emociones. Si quieres, puedes mostrármelas. Así nos conoceremos mejor.
- N: Si llegas a entenderme ¿qué sucederá entonces?
- TW: En este mundo hay a quien le gusta saber los horarios de los medios de transporte y se pasa el día comprobándolos. También hay quien hace barcos de un metro de largo encolando palillos. Por lo tanto no es tan raro que haya por lo menos una persona que quiera entenderte ¿no te parece?”.
Sencillamente genial. Me encanta ese diálogo. Primero la referencia a exteriorizar emociones como base para el conocimiento mutuo. Trascendiendo las simples palabras. Más adelante mostrándole que por rara que sea siempre hay alguien en el mundo con interés por entenderla, y por ende, por entendernos a cada uno de nosotros.